Agosto de 2004 - Año No. 2 - Edición No. 10

 

 

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COMUNISMO: UNA HISTORIA. De Richard Pipes*

 

Richard M. Ebeling
Vicepresidente de The Future of Freedom Foundation - USA.


 

Reconocido como uno de los principales expertos en la historia rusa y soviética, Pipes escribió con gran prolijidad un repaso conciso pero profundo del movimiento comunista mundial, con especial énfasis en la experiencia rusa.

Parece difícil creer que ya han pasado más de diez años desde el colapso y la desaparición de la Unión Soviética en diciembre de 1991. Hacía sólo diez años, en 1981, el conservador francés y crítico social Jean-François Revel publicó por primera vez su libro "Cómo perecen las democracias", en el cual concluía que la victoria internacional del comunismo debería ser tomada como una posibilidad cierta. El fervor ideológico de los marxistas en los países del tercer mundo y los alcances militares de la Unión Soviética eran una amenaza global formidable, especialmente en comparación con la quiebra filosófica y cultural de las naciones occidentales, que parecían reacios a defender las columnas de la democracia política o de la economía liberal.

Y antes, en 1967, cuando se festejaba el 50 aniversario de la Revolución Bolchevique, el corresponsal de The New York Times, Harrison Salisbury editó una colección de ensayos de periodistas de Times, titulado "La Unión Soviética: Los 50 años". Salisbury, en su propia contribución en el libro, destacó: "En cincuenta años, se hizo más y más aparente que la Revolución Bolchevique ya tiene una mediana edad, un poco jadeante, inclinándose para sentarse en un cómodo sillón, prendiendo la TV y mirando un programa." Pero incluso si algo del fuego revolucionario se había apagado, Salisbury reclamaba: "Es cierto, hacia 1967 Rusia se había convertido en la segunda potencia mundial. Es cierto, hacia 1967 tenía el segundo sistema industrial más grande del mundo. Es cierto, hacia 1967 –finalmente- el estándar de vida, confort, y tranquilidad en Rusia había comenzado a moverse hacia los niveles de Europa occidental, en las principales ciudades. En educación, ar te, ciencia, Rusia demostraba esplendor y liderazgo."

Y la futura mejora de las personas, decía, dependería "de la extensión y profundización de relaciones cercanas y mutuamente beneficiosas entre las grandes potencias comunistas y las grandes potencias capitalistas del mundo." La Unión Soviética claramente estaba para quedarse como un líder brillante en varias categorías de la vida cultural. Moscú y el Occidente sólo necesitaban llevarse mejor para que pudiera haber un mundo mejor.

Sólo después de que la Unión Soviética pasó "al tacho de basura de la historia" (para usar la frase de Karl Marx que anticipaba el final de capitalismo) los verdaderos hechos se dieron a conocer con respecto a que los logros soviéticos estaban casi todos fabricados en una nube de estadística y espejos. En lugar de un período de mejoras de las condiciones materiales de las personas en la Unión Soviética, la década del 70 y el 80, marcaron un aumento de la pobreza. También marcan el período del movimiento de disidencia en la Unión Soviética. El régimen podría encarcelar a personas o exiliarlos hacia Occidente, pero no podían descartar el reclamo por libertad y honestidad entre un gran número de lo que en Rusia fue largamente conocido como la inteligentsia –científicos, profesores, profesionales, estudiantes y la porción formada de la población que se tomaban a las ideas y a la verdad seriamente.

A pesar de los éxitos aparentes de los movimientos revolucionarios soviéticos en Asia, África y Latinoamérica, en casa el sistema se caída lentamente entre corrupción, privilegios, hambruna, y un aumento preocupante de la población. La desastrosa guerra de 10 años en Afganistán, que comenzó en diciembre de 1979, y el apoyo de la población polaca a la unión comercial

Solidaridad en 1981, marcó el comienzo del fin del imperio soviético. Pero hay que decir que durante aquellos últimos 20 años de la Unión Soviética, ¿cuántos realmente podían imaginarse el final total del sistema, y en tan corto período de tiempo luego que Mihail Gorbachov se convirtió en el último secretario general del Comité Central del Partido comunista en 1985? ¿O que terminaría con tan pocas pérdidas de vidas en esos últimos años como sucedió?

Ahora el experimento del siglo XX de hacer un nuevo hombre socialista para una nueva sociedad del futuro es historia. Hay una nueva generación de menos de 20 años en todo el mundo que no sabe nada de la realidad del comunismo o de cómo puso en peligro a la libertad durante casi 75 años desde la Revolución Bolchevique.

Esto es lo que hace el nuevo libro de Ricard Pipes, Comunismo: Una historia, un libro tan útil y en tiempo. Reconocido como uno de los principales expertos en la historia rusa y soviética, Pipes escribió con gran prolijidad un repaso conciso pero profundo del movimiento comunista mundial, con especial énfasis en la experiencia rusa.

En el primer capítulo resume la atracción que ha tenido para una variedad de filósofos y pensadores religiosos, una sociedad sin clases e igualitaria, desde los tiempos de la antigua Grecia. Pero la visión de una sociedad organizada en línea socialista –con propiedad gubernamental o comunitaria de los medios de producción y administración central de la actividad económica- apareció recién a fines del siglo XVIII y principios del XIX. Karl Marx simplemente tomó las ideas que habían venido evolucionando durante varias décadas, especialmente en Francia, y las transformó en su propia versión del "socialismo científico" construido sobre la idea de leyes descubribles del desarrollo histórico.

En Marx uno encuentra todos los ingredientes para el estado totalitario –guerra de clases, proletariado dictatorial, esquemas de adoctrinamiento para remodelar las mentes de los hombres a una nueva realidad socialista, planificación central –pero fue en manos del seguidor ruso de Marx, Vladimir Lenin, que estas ideas fueron refinadas y formuladas de forma que terminaron creando el sistema real de control, comando y terror. Pipes deja bien claro que sin importar cuan brutal, cruel y terrorífica sería la vida en la Unión Soviética desde 1928 hasta 1953, durante la cual Joseph Stalin gobernó el país, estaba meramente llevando a cabo el sistema establecido por Lenin. "Los poderes despóticos que ejercitó Stalin, fueron establecidos por Lenin," explica Pipes. "Fue Lenin quien introdujo el terror masivo con toma de rehenes y campos de concentración, que veía a las leyes y a las cortes como terror justificado y legítimo, que autorizó los artículos 57 y 58 del Código Penal, cláusulas ómnibus que Stalin utilizó para ejecutar y encarcelar a millones de ciudadanos inocentes. Y fue Lenin quien hizo que el partido aprobara una resolución que hacía ilegales a las ‘facciones’, que le permitieron a Stalin disponer de quien no estuviera de acuerdo con él, acusándolo de ‘desviacionista’. Las dictaduras personales eran inherentes del sistema que Lenin había creado... De ‘el partido siempre tiene la razón’ era fácil llegar a ‘el líder del partido siempre tiene la razón’".

Pipes detalla la colectivización forzada de la tierra a principios de la década del 30 que causó la muerte a más de nueve millones de campesinos, muchos de los cuales murieron en una ayuna creada para resistirse a la pérdida de sus granjas privadas. También recuenta las Grandes Purgas y los juicios armados de mediados y fines de 1930, y los medios tortuosos y métodos utilizados para forzar confesiones en los acusados. En tal reino del terror, el único recurso de la gente fue muchas veces el humor negro. Cuando un nuevo prisionero llega a un campo de trabajo de Siberia, dice un chiste, sus compañeros le preguntan cuán larga es su condena. Cuando dice 25 años, se le pregunta qué hizo. El responde que nada. "Eso es imposible", le dicen. "Por nada le dan sólo diez años". Pero Pipes no resume su historia del comunismo del siglo XX en la experiencia rusa. También discute la respuesta en Occidente a la Revolución Bolchevique. Aquí, en mi opinión, intenta ser muy poco controversial. Apenas si menciona el grado en el cual los archivos soviéticos han confirmado el grado de éxito de los espías infiltrados soviéticos, los informadores y viajantes en los pasillos del poder político de Estados Unidos y Europa Occidental en la década del 30, 40 y 50.

Explica que a pesar de la apariencia del éxito soviético en el tercer mundo luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, este avance del comunismo internacional sirvió para minar la ideología comunista. Fuera de Europa oriental, los regímenes de revolucionarios marxistas generalmente se mostraban ser tan nacionalistas como socialistas, sin ningún deseo de ser meros títeres de Moscú, aún cuando aceptaban el apoyo financiero y militar soviéticos. China bajo Mao Zedong fue el ejemplo más extremo. Mao decidió que la China comunista sería el líder de la revolución mundial y que estaría basado en un campesinado revolucionario en lugar de un proletariado industrial como sostenían Marx, Lenin y Stalin.

Pipes relata las experiencias comunistas de Cuba, Chile y Etiopía. Pero dice que el experimento comunista en Camboya bajo Khmer Rouge, 1975-1978, fue "la personific ación más pura del comunismo: en lo que se transforma cuando se lo lleva a su conclusión lógica". Durante los 44 meses que estuvieron en el poder en Camboya, los Khmer Rouge mataron al menos a un cuarto de la población, hombres, mujeres y niños. Ciudades eran vaciadas completamente y cuatro millones de personas fueron esclavizadas en la agricultura rural. Grupos y clases enteras fueron seleccionadas para la exterminación, sin ningún intento de "reeducación" ideológica.

En el capítulo final, Pipes responde una de las más importantes preguntas: ¿fue el comunismo un buen fin para el cual se habían elegido malos medios o el mismo fin del comunismo era un gran error? Pipes explica que tanto el fin como los medios eran malos, y que el fin llevaba a los medios aplicados en todos los países comunistas. La búsqueda de una sociedad igualitaria y sin clases requiere de la utilización permanente de la coerción para intentar lograrla, dado que los seres humanos son inherentemente desiguales. Es más, una nueva sociedad de privilegios necesariamente se desarrollaría, dado que tendría que haber una nueva clase de planificadores y represores gubernamentales para conseguir el ideal comunista..

El pequeño libro de Richard Pipes hace un gran trabajo al informar a la nueva generación acerca del comunismo, la mayor tragedia política del siglo XX.

 

* Tomado de CEDICE

 


 

 

 

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Actualizado el: 26 de noviembre de 2005

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