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CIUDAD OCULTA

 

LOS OLORES DE MI TIERRA

 

Ángela Jiménez Castaño

Trabajadora social

 

Hoy quiero hablar de un tema que hace tiempo quiero tocar, y ojalá encuentre quien esté de acuerdo conmigo. -Aclaro no soy de Barranquilla; soy orgullosamente paisa de  nacimiento (mas exactamente de Medellín), pero mas orgullosa soy hoy de ser barranquillera por adopción, porque la amo mas que nadie, con el perdón de los “ñeros”; tengo 28 años de estar en ella, disfrutándola, conociéndola, degustándola, esculcándola, y repito, amándola-.

 

En el año 90 o 92 -no recuerdo bien, pero eso no importa-, tuve la fortuna de leer “EL PERFUME -tras la ruta de un asesino”, del alemán Patrick Suskind, el cual me conmovió mucho, pues trataba de un niño que nace en un espacio tan deprimente, en un abandono y desamor que me recuerda la marcada tendencia de muchos niños y personas de vivir sin amor. El relato del autor describe como éste niño que nace en medio de la podredumbre, en el piso debajo de una mesa donde se arregla pescado, y donde botan todos esos desechos de escamas, ojos, vísceras y agallas, como las que se ven en el mercado de pescado de Barranquilla (por el caño), y él muy a pesar de eso, sobrevive después que su madre lo abandona, porque estaba destinado por su carácter, a algo.

 

Cuenta el autor como ese niño abandonado por su madre empieza a pasar de hospicio, en hospicio siendo rechazado en muchas ocasiones, amamantado por una madre sustituta que se quejaba que el niño no olía a nada, y precisamente de allí es donde el relato me ubica hoy después de todos estos años en este tema, El Perfume o los olores.

 

Después de haber leído este libro empecé a darme cuenta qué tan importante es para nosotros el sentido del olfato; cómo un olor, un recuerdo nos traslada y nos ubica en determinado sitio de nuestras vidas; desde esa experiencia de reconocer y apreciar los olores que hay a mi alrededor, el olor de la lluvia, de la tierra mojada -quizá el que mas me gusta y disfruto-, el de las frutas, mi perfume que siendo la misma marca no puede oler igual en otra persona, en fin aprendí a darle sentido al olfato.

 

En abril, ya esta pasando la cosecha de la ciruela y por ende sus olores perfumados dulces y agradables al olfato, éste sentido que pocos apreciamos. Este comentario lo hago para adentrarme en el tema que me trae y que entre otras cosas me fascina: LOS OLORES DE BARRANQUILLA. Sí, sus olores. A lo mejor usted opine lo contrario, pero yo tengo la firme convicción de que Barranquilla en cada época del año tiene unos olores diferentes  característicos y muy marcados, y cada olor tiene su por qué.

 

Hago alusión a una bella canción de Alejo Duran, el Rey Vallenato, que le cantó de cierta manera a la mujer, pero más aun a los olores de las mujeres en estos versos:

 

La mujer y la primavera,

hay son dos cosas que se parecen.

 La mujer huele cuado esta nueva,

Y la primavera cuando florece.

 

Es verdad, el olor, los olores, las fragancias, los perfumes, los vahos, o como los queramos llamar, existen y se sienten; de ahí que los animales se apareen cuando de sus cuerpos  despiden determinados olores que ayudan a ponerlos en aviso de la fertilidad de la hembra para que el macho y ella puedan seguir multiplicando su especie. Los humanos también lo hacemos y lo sentimos así.

 

En Barranquilla, podemos empezar con las épocas o temporadas del año. Por ejemplo, febrero y marzo. En ésta época huele a carnaval, a cerveza, ron, wisky, aguardiente, sancocho de guandú, butifarra con limón y bollo e’ yuca, a huevos cocidos con salsa rosada, arroz de liza en hoja de bijao, salchichón cervecero, arroz de concreto o apastelao’; a comida, sudor, talco carnaval, pachulí, fijador para el cabello, Yodora; además con los olores propios del carnaval como son la alegría y la euforia colectiva, también se mezclan los olores de las frutas de temporada, el mango de azúcar y de chancleta, los olores de las hojas y las flores de los árboles cuando empiezan a caer, los olores de las flores moradas de los árboles de roble que caen dando vueltas como hélices de helicóptero haciendo un hermoso tapete alrededor del árbol y oliendo a sabia fresca cuando la gente pasa y las pisa.

 

Luego de la época de carnavales, donde todavía tenemos las brisas, a partir del miércoles de ceniza se hace un alto en el camino, tomamos una bocanada de aire fresco y empezamos a sentir otros olores. Empieza a oler a pescado, pues ya viene el primer viernes de cuaresma y hay pescado seco, bagre a la venta en todas partes, además de los ya tradicionales bocachicos, mojarras y todos los pescados de mar según el gusto y presupuesto.

 

También huele a sahumerio, incienso, esperma de veladoras prendidas pues nos preparamos con tiempo para la semana mayor, y si pasamos por el parque Sury Salcedo, huele a dulce, a coco, papaya, piña, mongo mongo, mamey, corozo, guandú; en fin, huele a rico. Y nuestro olfato se da el gusto de soñar. Pero también salimos, y en la calle ya se ven las pilas de mango de azúcar, de nísperos, sapotes, piñas, patillas, guineos; los chicos de los colegios por fin, después de tantas pausas, arrancan en forma su año escolar y los vemos salir de clases rojos, pegajosos, embarrados y sudorosos, después de sus jornadas, y, ¿a qué huelen?   Huelen a sudor, hulen a boli de kola con leche, hulen a agrio, a sal, a tierra mojada, a ropa húmeda, a bombombum, a vainilla, menta, chicle y a colonia de bebe mezclado con talco Jhonson, Mexana y yodora.

 

Pasados los primeros cinco meses en Barranquilla empiezan las lluvias, huele a tierra mojada –repito, uno de mis olores favoritos-, a polvo, a humedad, a posa cuando se estancan las aguas lluvias, pues el invierno trae estos olores estancando las aguas, y los arroyos; con el agua el ganado engorda y hay producción de leche, huele a queso, a leche, a maíz verde, a mazorca y bollo de mazorca (que son dos olores diferentes, haga el ensayo y verá).

 

Llega junio, y con las vacaciones otra ves se alborotan los olores, pues de una población de casi 2,000.000 millones de habitantes casi el 50% de la población la conforman los jóvenes, y están en pleno apogeo, sus hormonas se alborotan, se excitan se ponen eufóricos y esto aumenta los olores.

 

Si se van de rumba a cualquier lugar, se sentirán múltiples olores; huele a 323, Carolina Herrera, Victoria Secret, Yodora; pero cuando esos olores de perfumes en medio de la rumba se esfuman o pierden su efecto por el soba soba y el coge coge, o por tanta transpiración y  calor, empieza a oler diferente, huele a erotismo, a hombre, a mujer, huele a peligro…

 

Viene Agosto y Septiembre, otra época linda de las cometas y vienen de nuevo las brisas que empiezan a traer olor a hierbas, a madera recién quemada pues ya se esta preparando otra vez la tierra para nuevas cosechas; están en pleno furor la venta de frutas callejeras, hay mandarinas, guayabas, patillas; esos olores deliciosos se mezclan con los olores que trae el acercamiento del día del amor y la amistad, huele a manzanas, a uvas, a rosas; los enamorados y los amantes no tan enamorados, pero si muy amantes, se preparan para brindarse mutuamente regalos y olores; abundan los perfumes de imitación por su precio y tamaño -por lo de la crisis- y estos olores alborotan el ambiente.

 

Llega Octubre y huele otra vez a dulce. Es el mes de los niños, de la celebración de los angelitos que ya no se celebra como antes, pero sin embargo los chicos se las ingenian y aprovechan a sus papas así sea para que les brinden unos chocolates.

 

Entra noviembre y empieza la recta final. Vienen los grados de bachilletaro y Universidades, huele a nuevo en algunas partes y con mucho esfuerzo. En otras por su nivel económico huele a naftalina, pues el vestido prestado o alquilado en la tintorería deja el salón impregnado, que por mucha Maria Farina que el graduando se eche este permanece allí y también impregnado en el ambiente. Huele a betún y zapatos nuevos, a abrazos de amigos de 11 grado de bachillerato, a sudor y lágrimas salobres por lo triste de las despedidas. Huele a alcohol y cigarrillos. Este día es quizá para muchos el día en que se emborrachan por primera vez, ya terminaron y ya se sienten liberados: huele a ron, a champaña, huele a torta negra y uvas pasas, a plato frío, a pedacitos de naranja, a vómito -pues no falta el que por la falta de costumbre tenga un accidente como éstos, y hace que le pase y le quede como anécdota a sus compañeros para toda la vida-.

 

Llega Diciembre se acaba este año de olores y sabores, por tanto huele a esperma pues las velitas se venden en todas partes desde la ultima semana de noviembre para celebrar el día de la inmaculada, o mas popularmente para los Barranquilleros: el día de las velitas, el 8 de diciembre. Huele a pólvora, a nuevo, a regalo recién desempacado, a fiesta, perfume, flores, dulces, pasteles y tamales, a pavo y pernil, a uvas y manzanas, trapo quemado después que se queman los muñecos que representan el año viejo. Huele a limón, a wisky, a ron, a alegría, a lágrimas, a logros, en este mes los olores se confunden.

 

El mes más oloroso del año en Barranquilla, es el mes de Diciembre. El primero de Enero se levanta la ciudad enguayabados y en silencio las calles vacías, la gente cansada, respiramos hondo pero en este día todavía Barranquilla no huele a nada.

 

“Mi alma nada en los perfumes, como la de los otros hombres en la música”
 

 

 

angelajimenez2002@hotmail.com

 

 

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Actualizado el: 26 de noviembre de 2005

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