EDITORIAL
VENEZUELA Y SU PROCESO
REVOLUCIONARIO ¿Un peligro para la región o la cura a todos los males?
Juan Felipe Espinosa
Estudiante de Ingeniería electrónica y telecomunicaciones.
Universidad Autónoma del Caribe. Jefe del área política revista
publiEnsayos. Barranquilla - Colombia.
Por años el poder
en Latinoamérica ha reposado en capitales imperialistas, tendencias
parcializadas que nunca han mostrado una cara distinta en las
dirigencias de nuestras naciones. Esta parte del continente se ha
hundido en una profunda miseria que más que variable tiende a agudizar
aun más la situación política, social y por tanto económica de
cualquier país latinoamericano.
Casi desde nuestros inicios como estados independientes y
soberanos los latinoamericanos poseemos la absurda tendencia de la
imitación y del despego de nuestras costumbres, y por tanto, la
ineficacia para establecer modelos de gobierno propios que nos lleven
por otro camino mas que ser el patio de atrás de las naciones
industrializadas, o el chivo expiatorio de los problemas de esas mismas
naciones.
Sin duda - decreta un refrán popular “tanto va el cántaro
al agua...” – todo tiene un limite y como esta visto en la
historia, los sistemas sociopolíticos de gobierno en el mundo sostienen
una fuerte relación de hecho y cohecho con la nación que los profesa y
que posee la hegemonía de turno, es decir se baila al son que toquen
los poderosos; entre tanto Latinoamérica posee una democracia
insulsa y tan excluyente que agota poco a poco la paciencia y tolerancia
de los pueblos electores. Una dirigencia que imita los derroches y
corrupción propios de una nación prospera, pero sin los recursos
necesarios para amortizar los desmanes e ineficiencias que esto
conlleva.
Se impone un modelo democrático que concentra el poder en unos
cuantos, aquellos que dirán si o no a cualquier monería que se
presentara en aquellos lujosos recintos, algunos llamados congresos,
palacios legislativos, asambleas o cualquier adjetivo que se le
quiera dar a un grupo de dirigentes que deciden el rumbo de nuestra
economía, nuestro suelo y nuestras armas.
El pueblo venezolano – el mejor ejemplo a citar – por años se
ha visto envuelto en una tela de corrupción que saqueo las arcas de los
ingresos que derivan del oro negro, un recurso que ha dado a países
como Arabia Saudita un status de nación creciente y con índices
bajos de pobreza, pero en nuestra Venezuela latinoamericana solo
enriqueció a algunos, y la gran mayoría del pueblo se sumió en la
miseria que engrosa las estadísticas del hambre mundial.
En Latinoamérica por años y desde la revolución cubana ha
estado latente, la tendencia izquierdista y revolucionaria encarnadas en
personajes tan fílmicos y tiránicos como cualquier líder tradicional
o político corrupto. Los venezolanos vieron en aquel candidato
presidencial, y quien había protagonizado un fallido golpe de estado, y
que despertaba ese sentimiento de rencor por años de miseria y olvido,
así como también en algunos esperanza de nuevos rumbos, de nuevas
ideologías: Hugo Chávez encarnaba las esperanzas de un pueblo y las
represiones de otro.
Desde su ascensión
al poder Chávez determino su línea de rumbo, su tendencia parcializada
esta vez hacia el otro lado, esta vez favoreciendo a los antes
desfavorecidos, recordando a los olvidados, y asumiendo una lucha que el
invento como bandera política, emprendió una batalla en contra de la
forma de política actual con tal éxito que logro arrebatar el poder a
toda una clase dirigente, logró cambios significativos y favorables,
parecía que era el momento del cambio, y como lo dijera en sus
discursos populistas y enrojecidos, al
igual que su carácter, “despertó al gigante”.
Pero el proceso que el pueblo venezolano emprendió era un fraude, como
todos los modelos sociopolíticos que se han implementado en América
Latina este era imitado, a quien no le parece familiar un líder
profesando injurias a la clase elite de una sociedad, promoviendo el
odio hacia los mas favorecidos, y haciendo uso de su poder promoviendo
sanciones en contra de sus enemigos.
Retórica
populista que fue sembrando enemigos, que serian los enemigos del pueblo
mismo, pues en su afán de defensa sin pensarlo llevaron a toda una nación
al empobrecimiento la crisis y la escasez. Sindicatos asociados con
empresarios cual amigos de toda una vida, población suburbana armada y
dispuesta a todo por defender su proceso, el
cual se les prometió pero jamás se ha cumplido, se jugó con la
desesperación de todo un país, con sus sueños y esperanzas,
y se ha defraudado un pueblo entero, bien dice otro refrán popular peor
el remedio que la enfermedad.
Un discurso que amenaza extenderse, y que eventualmente repetiría la
misma situación de corrupción e impunidad del pasado y con peores
consecuencias, ya que la polarización política e ideológica ha
dividido su sociedad al límite de la irreconciliacion.
El punto mas evidente es el hecho de que la pobreza y la miseria aun están
presentes, ahora también se favorece a unos pocos quizá no a los
mismos de antes, pero siguen siendo pocos. La miseria es constante y en
ocasiones su curso es inevitablemente ascendente; el odio entre clases
sociales ha sumido a Venezuela en una polarización absurda que solo
favorece a los dirigentes de parte y parte, al final como en todo
conflicto el pueblo es el único perjudicado.
Un proceso que amenaza contagiar a otros pueblos de Latinoamérica que
cansados de su dirigencia política corrupta y excluyente pueden cometer
el mismo error, caer en manos de la desesperación y una falsa esperanza
que solo nos lleve a mas de lo mismo, lideres populistas y
politiqueros que satisfagan sus intereses y los de su circulo, olvidando
que un pueblo es toda la población, que dirigir una nación es llevarla
hacia el progreso, llevarla a la prosperidad en paz y concordancia de
todos sus ciudadanos.
Llamamos
la atención del pueblo latinoamericano, la solución esta en nosotros,
en nuestra capacidad de liderazgo, no en modelos imitados o importados,
debemos buscar el consenso político, para gobernar nuestras naciones
con justicia social, en democracias participativas que no excluyan a
estos o aquellos, puesto que un país se constituye de diversidad, la
misma que nos hace diferentes pero con todo en común, para así lograr
construir un continente prospero y competitivo y brindar a generaciones
crecientes la estabilidad y paz tan esquiva para nosotros.
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