CIUDAD OCULTA
CUANDO
LLEGAN LAS LLUVIAS Y ALGO MÁS
Ángela Jiménez Castaño
Trabajadora social

Barranquilla,
“La Arenosa”, mas conocida hoy por su hermoso Carnaval, patrimonio
oral e intangible de la humanidad, declarado así con honores por LA
UNESCO, es una ciudad sui géneris por muchas cosas, entre otras: por
su cultura, la posición geográfica, los arroyos, el carnaval, sus
gentes, y en especial, por sus problemáticas sociales, las cuales
hacen parte del diario vivir de los barranquilleros sin que
pareciera incomodarles o afectarles, simplemente se vuelven un
ingrediente mas de su cotidianidad y de su espacio urbano.
Ésto podría verse de dos maneras: somos muy tolerantes ante todos
estos fenómenos, o somos muy pasivos, y no nos interesa el
desarrollo organizado y planificado de nuestra ciudad; yo me inclino
por lo último.
Uno de los problemas mas graves que tiene esta ciudad, así como el
de la inseguridad y la falta de orden ciudadano o planificación, es
el desempleo; y de éste, nace, casi obligatoriamente, otro problema
que es llamado muy rimbombantemente por economistas y estudiosos
sociales, como lo es LA ECONOMIA INFORMAL. Pero resulta, que de
ésta, también nace, y de manera desaforada y obligada, el problema
de los vendedores ambulantes, caseteros, carretilleros,
butifarreros, vendedores de cigarrillos, de arroz de liza, de
llamadas a celular, de tarjetas para teléfono, de raspao, de peto,
de fritos, de frutas, del rebusque, desarrapados, y los desempleados
temporales, entre otros; porque así el DANE diga en el mes de
febrero que en Barranquilla bajó el índice de desempleo, para tener
un pretexto mas que les permita poder subir las tarifas mínimas de
taxis, buses, de la gasolina, colegios, arriendos, en fin todo
(porque al contrario de otras ciudades, en Barranquilla el bolsillo
de sus gentes no se lastima tanto después del 31 de diciembre, como
cuando empieza el pre y durante el Carnaval, -¡pero como en
Carnavales todo se vale!, nadie brinca, empiezan después del
miércoles de ceniza-; claro de febrero hasta marzo, Barranquilla
entera, y hasta las mejores familias, se rebuscan del Carnaval, lo
que hace parecer que todo el mundo esta trabajando, pero cuando
termina la fiesta empiezan los ayayai), este flagelo existe.
Después de todo este preámbulo, hoy me quiero referir a los que
viven del rebusque, a los mal llamados comerciantes informales, pues
como simple peatón el día 20 de abril, salí de la Alcaldía Distrital
de Barranquilla, en Paseo Bolívar, calle 34 con carreras 43 (20 de
julio) y carrera 44 (Cuartel), a las cuatro de la tarde, y ya en
horas del medio día se había desprendido en Barranquilla el primer
aguacero fuerte del año, el cual como siempre, paralizó toda la
ciudad y creó el caos que siempre se vive ante este fenómeno anual y
que por el tiempo que llevo viéndolo, yo muy particularmente creo
que no tiene solución, ni inmediata ni a largo plazo. Tengo 28 años
de estar viendo este fenómeno, y todos los años el problema empeora;
nada mas ese día en la ciudad hubo 3 desaparecidos en los arroyos y
una cantidad de emergencias en toda la periferia de la ciudad.
Bueno el tema es el de los del rebusque, -sigo contando- cuando
salgo de la Alcaldía está lloviendo, suave pero uno se moja,
entonces pienso en tomar un taxi, pero para mi sorpresa el dinero
que llevaba no me alcanzaba en ese momento, pues para llegar al
norte de la ciudad desde el Paseo Bolívar y lloviendo se debe tener
mínimo 10.000 barras -digo pesos- encima. Afortunadamente, esto
sirvió para hacer estas reflexiones. Empecé a caminar por la orilla
de la acera de la alcaldía, con un poco de rabia pues me parecía el
colmo que yo no tuviese en ese momento ese dinero para no mojarme y
tomar un taxi; pero cuando apenas había bajado la rampa que está a
las afueras de la Alcaldía empecé a ver lo que otros no ven por el
afán, o por que cada quien ve lo que le interesa, o lo que quiere
ver.
Cuando empiezo a ver esa cantidad de vendedores ambulantes, cada uno
con su
PYME a cuestas -como dicen los economistas de hoy, pequeños y
medianos empresarios-, con sus capitales encima, otros con el
capital al hombro, otros con su capital a sus pies, otros tantos con
sus capitales en cajitas de madera de 40 por 50 centímetros de ancho
y de largo por 20 de alto, los vendedores de cigarrillos, menta
helada, chicles, y otros, así la fila y la variedad era inmensa.
Pero eso no fue lo que llamó mi atención. Ésta se centró cuando
llegando al Banco Santander, que tiene unas escalinatas, el grupo
aumentó considerablemente pues ya se desbarató la fila que estaba
viendo, y se armó un tumulto. Pero lo común de dicho tumulto no era
lo que vendían, sino la cara de preocupación de todos, mirando al
cielo preguntándose, quizá, ¿será que seguirá lloviendo? (Creo que
era la pregunta que se hacían). Otros miraban al piso como
preguntándose, ¿será que recogemos?¿será que nos vamos?. Pero además
de esas caras interrogantes, me impresionó ver cómo cada uno de
ellos sin tener siquiera que preguntarles, se les veía en esos
rostros desencajados la desesperanza, el hambre, la angustia, y en
algunos otros hasta dolor; pues si yo, que tengo una casa donde
llegar así sea en bus, me preocupé al salir por la lluvia; yo que
tengo la fortuna que Dios me ha dado una familia y alguna manera
digna de ganarme la vida, me resiento en un minuto por no tener para
un taxi, y que sé que cuando llegue a mi casa voy a encontrar
alimentos, abrigo: qué se deja para estos pobres desempleados
-perdón, Pequeños y medianos empresarios- que sus capitales no
llegan en algunos casos a los veinte mil pesos ($20.000,oo) de
inversión, y que en la mayoría de los casos son inversiones que se
hacen en la mañana para pagar el 20% por la tarde, y devolver el
capital.
¿Será que con estos fenómenos de desempleo tan grandes que hoy
tenemos en Barranquilla se le pueda seguir diciendo a esta bella
ciudad, como lo reza alguna campaña publicitaria del momento, que es
el mejor vividero del mundo? ¿Será que con estos fenómenos, así las
autoridades pongan pico y placa, o prohíban los parrilleros de las
motos, o los vidrios polarizados, podremos recobrar la seguridad de
otros años? Usted qué cree que uno de estos pequeños empresarios
haga cuando deje de llover y venga el cobrador por el 20% de interés
diario, que además de no tener para el bus ni para llevar nada a su
casa, no tenga con que pagar? Usted qué cree que hará éste señor o
señora cuando a la vuelta de la esquina le digan: “hey, viejo man,
le pago $100.000 o $50.000 barras para que se baje a tal o a cual”;
Usted qué cree que contestará o hará? Y en su defecto, Usted que
haría?
NADIE SABE LA GOTERA AJENA…
angelajimenez2002@hotmail.com