Diciembre de 2003 - Año No. 2 - Edición No. 8

 

 

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POLÍTICA

 

EL REGENERADOR URIBE II

 

Raúl Benitez Ortega

Bogotá - Colombia.

 

Decía Rudolf Hommes que en los escenarios de la ficción política, el Partido Liberal estaría aguardando la caída de la popularidad y del unanimismo que reina en torno al Presidente Uribe con el propósito de proponer un acuerdo de gobernabilidad en la que el primer mandatario “cambiaría su programa de gobierno para acoger el que le propuso Serpa al pueblo y fue derrotado dos veces consecutivas”.

 Hay que hacer claridad. En 1998 Serpa propuso un programa social como camino para alcanzar la paz. Pero los colombianos, ilusionados por una foto, creyeron que Pastrana ya tenía el borrador de un acuerdo de paz con Marulanda. El evidente desengaño mostró una guerrilla fortalecida, una violencia exacerbada y una falta de confianza en los diálogos, lo que condujo a la conclusión de enfrentar a los violentos por los caminos de la guerra. Por ello, el resultado electoral le fue favorable a Uribe. Ya no se creyó en la fórmula del diálogo para alcanzar la reconciliación nacional. Serpa insistió con un programa social inspirado en la nueva Plataforma Política del Partido para resolver las causas mismas de la violencia y propuso seguir con la fórmula del diálogo, lo que rechazó mayoritariamente el país.

 De manera que el derrotado fue Serpa y su visión sobre el manejo del orden público y la seguridad nacional pero no el programa social ni la Plataforma Política del Partido que se sustenta en los principios del socialismo democrático, propuestos hace un siglo por Rafael Uribe Uribe quien consideraba indispensable “abandonar los principios clásicos del liberalismo individualista y darle a la colectividad un contenido popular, democrático y justiciero”, a la vez que advertía que “ni el papel para el Estado de simple espectador ni tampoco la fórmula que convierta al Gobierno en único motor político y social, poseedor de todo bien, iniciador exclusivo de todo progreso, cerebro y brazo del país, monopolizador de sus energías”.

 Pero vamos más allá. El Tiempo asegura que “las puertas para buscar la reconciliación liberal ha sido el resultado de todo un proceso que se inició el 26 de mayo de 2002, cuando Serpa, al perder las elecciones, no decretó la oposición al nuevo Gobierno, sino que habló de cooperación constructiva con independencia crítica”. ¿Cómo así? ¿Acaso esa postura no era “ni chicha ni limoná”?. ¿No han afirmado en los círculos políticos que el Partido Liberal está en una indefinición sobre si es gobierno o no?

 Para darle claridad al asunto, el Presidente Uribe resuelve proponerle a Horacio Serpa que acepte la embajada en la OEA. Enseguida saltan a la arena algunos liberales para afirmar que ese sería un excelente escenario para Serpa y “una manera de prestarle un servicio al país en el campo internacional, especialmente en el área de los derechos humanos” y que “es un síntoma más de la reconciliación liberal”. Otros se atreven a aconsejarle aceptar el ofrecimiento “por seguridad personal y de su familia, porque es bueno tomar distancia del país por un tiempo y como una oportunidad para aprender de la diplomacia internacional”.

 En pocas palabras, tras una velada amenaza a su seguridad, se le está pidiendo a Serpa alejarse del país y del Partido Liberal y someterse al imperio de la autoridad suprema de los Estados Unidos, abandonando su lucha por la política social, la Convivencia Nacional, los Derechos Humanos y la Paz de los colombianos. A Serpa no le debe preocupar la responsabilidad que tiene con los serpistas sino con la Patria y el pueblo colombiano. Si Serpa cree que se equivocó al apoyar al Presidente Pastrana cuando estaba en su nivel más bajo de popularidad para buscar una salida negociada al conflicto, no puede creer esta vez que no se equivocará si apoya al Presidente Uribe en momentos en que la popularidad del primer mandatario es indiscutiblemente alta.

 Según el senador uribista Jairo Clopatofsky “con el ofrecimiento que se le ha hecho, Serpa no hipoteca sus convicciones”. Pero aceptarlo es vestirle la mortaja al Partido Liberal. “Si entra a defender una política que es contraria a la de él, es que Serpa cambió de posición política”, dijo la senadora Piedad Córdoba. Razón tiene Antonio Caballero cuando dice que “el actual uribismo de Colombia forma parte de una deriva universal hacia el facismo, ante la cual “no se alza ninguna resistencia. Ni política, ni civil. La oposición ha desaparecido. Y ni siquiera es que haya desaparecido aplastada por la represión, sino que ha desaparecido arrastrada por el entusiasmo generalizado por la represión”. Como Núñez y la Regeneración, con la Constitución de 1886, “este gobierno de Álvaro Uribe está desmantelando uno por uno todos los avances democráticos, sociales y civiles, y en fin de cuentas humanos obtenidos por la sociedad colombiana”. En las llamadas zonas de rehabilitación, al amparo de la conmoción interna, “se recortan las libertades ciudadanas (...), se convierten en caricatura los controles democráticos del poder, o simplemente se eliminan. Y si resulta que todo es inconstitucional, como tímidamente señala la Corte, el Presidente dice muy orondo que entonces habrá que volver a reformar la Constitución, para que a él le acomode. Y hay más cosas: la cacería de brujas con el pretexto de la defensa contra el terrorismo, la creación de un Partido personal del Presidente, propio y a su medida, la desvergonzada actuación del Fiscal General, cerrando expedientes sobre abusos criminales de las autoridades, la destrucción del movimiento sindical”. (Antonio Caballero, Revista Semana, 2/12/02). Entonces, el Partido Liberal sí tiene muchos reparos que hacer a la política del actual gobierno -y eso no es serpismo, es liberalismo socialdemócrata-.

 El servicio diplomático que se le ofrece, buscaría ablandar a Serpa para aconductarlo según la conveniencia de los áulicos del poder presidencial que quieren un Partido único en Colombia y de los intereses que, en más de trescientos puntos estratégicos para la economía de los Estados Unidos, se hallan en suelo colombiano. Democracia o totalitarismo, autodeterminación o dependencia ¡He ahí el dilema!

 

 

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Actualizado el: 26 de noviembre de 2005

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