Agosto de 2003 - Año No. 2 - Edición No. 6 |
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DOCUMENTOS DE PAZ
PEDAGOGÍA PARA UN URGENTE
ACUERDO HUMANITARIO.
Alonso Ojeda Awad.
En
los últimos días se ha vuelto a colocar en primer orden, la necesidad
de concretar un Acuerdo entre las fuerzas insurreccionales y el gobierno
nacional, que por sus características especiales se ha llamado
Humanitario, ya que busca a través de claros comportamientos de
generosidad y fraternidad traer de regreso, al seno de su familia, a los
centenares de secuestrados, militares, políticos, gobernadores, ex
ministros y Colombianos de diversa condición social, a cambio de que
abandonen las prisiones guerrilleros, militantes de dichas
organizaciones y que sean recibidos y cobijados por países extranjeros
que se han ofrecido para apoyar este esfuerzo que se ha convertido en
verdadero clamor nacional.
Desde
los mas variados ángulos de la opinión nacional se escuchan
autorizadas reflexiones que claman por la pronta concreción del acuerdo
humanitario.
Primero
lo hizo la Iglesia Católica desde sus mas altas dignidades como el
Cardenal Pedro Rubiano. Posteriormente, se han expresado los ex
presidentes liberales quienes
en clara demostración de respaldo a las familias de las personas
privadas de la libertad le piden al gobierno concretar el acuerdo
humanitario.
Las
tesis expuestas son marcadamente significativas. Las de López y Samper
son, que este acuerdo, por ser de carácter humanitario, debe estar
exento de condiciones políticas tales como "que los guerrilleros
presos beneficiados con el acuerdo salgan del país, porque desvirtúa
su naturaleza".
Turbay
y Lemos Simons por otro lado, señalaron "que hay que buscarle el
fin al secuestro y que no puede devolverse a los guerrilleros al campo
de batalla" (ídem)
Así
las cosas y visto el acuerdo humanitario como un esfuerzo que podría
suspender la aterradora degradación del conflicto armado y dar inicio
inmediatamente a plantearse un cese al fuego, que permitiera analizar y
discutir a los sectores en conflicto, los elementos políticos y económicos
centrales que haga posible el
abordaje y la transformación del mismo, a través de mecanismos
dialogantes y políticos, que impidan de una vez por todas el uso de la
fuerza y de la violencia.
Por
esta razón, es importante que quienes se expresen desde cualquiera de
los ángulos del conflicto, lo hagan utilizando frases y palabras
signadas por el respeto y la consideración, recomendadas por los códigos
de Ginebra y cerrando el paso a palabras y términos ofensivos
y descalificativos, que solo logran enrarecer, aún mas, el
oscuro panorama y se convierten, como las trompetas del Apocalipsis, en
anunciadoras de nuevas guerras y violencias, que solo lograrán
desgarrar mas el alma adolorida de los colombianos y agotar el menguado
presupuesto nacional, que mas temprano que tarde, debe estar orientado a
suplir las graves deficiencias en áreas sociales, muy sensibles, como
educación, salud, empleo, vivienda y recreación.
Desde
las instancias pedagógicas y profundamente conscientes que solo una
esforzada y constante acción educativa sobre comportamiento y hábitos
de los colombianos hará posible construir una cultura de perdón, para
que dos o tres generaciones mas adelante, las nuevas, las que nazcan sin
conocer la guerra y la violencia, puedan convivir en espacios marcados
por una nueva ética ciudadana y caracterizados por el respeto, el
reconocimiento al otro, la solidaridad, la ayuda mutua y la justicia.
Ya
lo expresó su Santidad Juan Pablo II, ratificando con sus palabras el
compromiso de la Iglesia: "La
justicia social es el camino hacia la paz".
Desde
la Universidad Pedagógica Nacional y del Proyecto Pedagogía de Paz y
Convivencia, estamos comprometidos en los esfuerzos por una salida
negociada a los conflictos y tal como lo expresamos en el editorial del
número 8 de nuestra Gaceta en el mes de febrero del 2003, lo
ratificamos en la presente:
"Solo
la construcción de nuevos comportamientos y hábitos que ayuden a
reconocer la importancia del conflicto y las discrepancias, hará
posible entender que las nuevas circunstancias nacionales y mundiales
están obligando a plantear un gran acuerdo democrático, con un nuevo
pacto social incluyente, donde la justicia social y la equidad sean la
base fundamental para construir un nuevo proyecto de nación que
destierre la pobreza y la exclusión y se creen mecanismos donde
todos los Colombianos participemos, como lo expresa el espíritu de la
Constitución Nacional de 1991, en la construcción de una verdadera
democracia, tanto en lo político como en lo económico".
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