Julio de 2003 - Año No. 1 - Edición No. 5

 

 

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EDITORIAL

 

VENEZUELA Y SU PROCESO REVOLUCIONARIO ¿Un peligro para la región o la cura a todos los males?

 

Juan Felipe Espinosa
Estudiante de Ingeniería electrónica y telecomunicaciones. Universidad Autónoma del Caribe. Jefe del área política revista publiEnsayos. Barranquilla - Colombia.

 

Por años el poder en Latinoamérica ha reposado en capitales imperialistas, tendencias parcializadas que nunca han mostrado una cara distinta en las dirigencias de nuestras naciones. Esta parte del continente se ha hundido en una profunda miseria que más que variable tiende a agudizar aun más la situación política, social y por tanto económica de cualquier país latinoamericano.

 Casi desde nuestros inicios como estados independientes y soberanos los latinoamericanos poseemos la absurda tendencia de la imitación y del despego de nuestras costumbres, y por tanto, la ineficacia para establecer modelos de gobierno propios que nos lleven por otro camino mas que ser el patio de atrás de las naciones industrializadas, o el chivo expiatorio de los problemas de esas mismas naciones.

 Sin duda - decreta un refrán popular “tanto va el cántaro al agua...” – todo tiene un limite y como esta visto en la historia, los sistemas sociopolíticos de gobierno en el mundo sostienen una fuerte relación de hecho y cohecho con la nación que los profesa y que posee la hegemonía de turno, es decir se baila al son que toquen los poderosos; entre tanto Latinoamérica posee una democracia insulsa y tan excluyente que agota poco a poco la paciencia y tolerancia de los pueblos electores. Una dirigencia que imita los derroches y corrupción propios de una nación prospera, pero sin los recursos necesarios para amortizar los desmanes e ineficiencias que esto conlleva.

 Se impone un modelo democrático que concentra el poder en unos cuantos, aquellos que dirán si o no a cualquier monería que se presentara en aquellos lujosos recintos, algunos llamados congresos, palacios legislativos, asambleas o cualquier adjetivo que se le quiera dar a un grupo de dirigentes que deciden el rumbo de nuestra economía, nuestro suelo y nuestras armas.

 El pueblo venezolano – el mejor ejemplo a citar – por años se ha visto envuelto en una tela de corrupción que saqueo las arcas de los ingresos que derivan del oro negro, un recurso que ha dado a países como Arabia Saudita un status de nación creciente y con índices bajos de pobreza, pero en nuestra Venezuela latinoamericana solo enriqueció a algunos, y la gran mayoría del pueblo se sumió en la miseria que engrosa las estadísticas del hambre mundial.

 En Latinoamérica por años y desde la revolución cubana ha estado latente, la tendencia izquierdista y revolucionaria encarnadas en personajes tan fílmicos y tiránicos como cualquier líder tradicional o político corrupto. Los venezolanos vieron en aquel candidato presidencial, y quien había protagonizado un fallido golpe de estado, y que despertaba ese sentimiento de rencor por años de miseria y olvido, así como también en algunos esperanza de nuevos rumbos, de nuevas ideologías: Hugo Chávez encarnaba las esperanzas de un pueblo y las represiones de otro.

Desde su ascensión al poder Chávez determino su línea de rumbo, su tendencia parcializada esta vez hacia el otro lado, esta vez favoreciendo a los antes desfavorecidos, recordando a los olvidados, y asumiendo una lucha que el invento como bandera política, emprendió una batalla en contra de la forma de política actual con tal éxito que logro arrebatar el poder a toda una clase dirigente, logró cambios significativos y favorables, parecía que era el momento del cambio, y como lo dijera en sus discursos populistas y enrojecidos, al  igual que su carácter, “despertó al gigante”.

Pero el proceso que el pueblo venezolano emprendió era un fraude, como todos los modelos sociopolíticos que se han implementado en América Latina este era imitado, a quien no le parece familiar un líder profesando injurias a la clase elite de una sociedad, promoviendo el odio hacia los mas favorecidos, y haciendo uso de su poder promoviendo sanciones en contra de sus enemigos.

 Retórica populista que fue sembrando enemigos, que serian los enemigos del pueblo mismo, pues en su afán de defensa sin pensarlo llevaron a toda una nación al empobrecimiento la crisis y la escasez. Sindicatos asociados con empresarios cual amigos de toda una vida, población suburbana armada y dispuesta a todo por defender su proceso,   el cual se les prometió pero jamás se ha cumplido, se jugó con la desesperación de todo un país, con sus sueños y  esperanzas, y se ha defraudado un pueblo entero, bien dice otro refrán popular peor el remedio que la enfermedad.

  Un discurso que amenaza extenderse, y que eventualmente repetiría la misma situación de corrupción e impunidad del pasado y con peores consecuencias, ya que la polarización política e ideológica ha dividido su sociedad al límite de la irreconciliacion.

  El punto mas evidente es el hecho de que la pobreza y la miseria aun están presentes, ahora también se favorece a unos pocos quizá no a los mismos de antes, pero siguen siendo pocos. La miseria es constante y en ocasiones su curso es inevitablemente ascendente; el odio entre clases sociales ha sumido a Venezuela en una polarización absurda que solo favorece a los dirigentes de parte y parte, al final como en todo conflicto el pueblo es el único perjudicado.

  Un proceso que amenaza contagiar a otros pueblos de Latinoamérica que cansados de su dirigencia política corrupta y excluyente pueden cometer el mismo error, caer en manos de la desesperación y una falsa esperanza que solo nos lleve a mas de lo mismo, lideres populistas y politiqueros que satisfagan sus intereses y los de su circulo, olvidando que un pueblo es toda la población, que dirigir una nación es llevarla hacia el progreso, llevarla a la prosperidad en paz y concordancia de todos sus ciudadanos.

Llamamos la atención del pueblo latinoamericano, la solución esta en nosotros, en nuestra capacidad de liderazgo, no en modelos imitados o importados, debemos buscar el consenso político, para gobernar nuestras naciones con justicia social, en democracias participativas que no excluyan a estos o aquellos, puesto que un país se constituye de diversidad, la misma que nos hace diferentes pero con todo en común, para así lograr construir un continente prospero y competitivo y brindar a generaciones crecientes la estabilidad y paz tan esquiva para nosotros.

 

 

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Actualizado el: 26 de noviembre de 2005

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