Agosto de 2004 - Año no. 3 - Edición no. 10

 

 

Contenido

 

 

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EDITORIAL
Glifosato Vs. Parques naturales
OPINIÓN
 
POLÍTICA
¿El pueblo cubano está preparado para un cambio político?
ECONOMÍA
Globalización y neoliberalismo: señuelos de la modernidad para los países subdesarrollados.
JURÍDICA
Contratos del comercio electrónico y teoría de conjuntos contractuales

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El Utilitarismo, una incoherencia a medias
El compromiso moral
CIUDAD OCULTA
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El taxista barranquillero
Barranquilla. Un caso de baja autoestima
Mi lindo Quito
 
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CIUDAD OCULTA

 

¿QUE VEO DESDE AQUÍ?

 

 

Olga  Yaneth Franco L.

Estudiante de lengua Castellana y comunicación. 

Colombia

 

Un día húmedo donde el rocío de la mañana dura hasta medio día y se puede sentir su brisa fría y escuchar su silbido helado, además alcanzo a sentir el ahogante aroma a neblina, veo un cielo gris claro que evoca tiempos de soledad y silencio.
 
Puedo ver los árboles entrelazados con la energía de las casas de techo rojo, un conjunto de casas que se ve en el horizonte y dan la forma de un pesebre. Veo el derrumbamiento de viejos puentes y la instalación de unos nuevos, grandes y modernos, para empezar de nuevo a escribir la historia de una urbe que cada día nos deja menos espacio para respirar.
 
Pero es que en esta ciudad oculta no solo hay olores que guardamos en el alma, y que nos llevan a épocas remotas  o nos recuerdan eventos que no han marcado; hay también cuadros en la calle que están patentes y que quisiera no existieran, son cuadros vivos que parecen fotografías, que narran hechos dolorosos que te llegan al alma y sabemos que es mejor utilizar nuestros mecanismos de defensa, para poder escondernos de la realidad y por eso  mejor tapamos el alma y cubrimos los sentidos, para no darnos cuenta de nada y que estos cuadros queden en la ciudad oculta.
 
Soy paisa, vivo en Bogotá, pero estuve en Cartagena mucho tiempo.
De cada lugar tengo historias, de cada lugar guardo en mi memoria olores, de cada lugar tengo imágenes que tienen olores y forman historias.
 
En Bogotá, la crudeza de la marginalidad, del saberse perteneciente a tal o cual estrato, marca una diferencia, se ve en los buses, en las oficinas; pero más aún en la calle, donde todo es de todos y es de nadie, pero tú sabes si estas en el sur, en el centro o en el norte por los olores, por las formas de la gente, por sus ropas, por sus caras, si te detienes un poco y miras las manos, el cabello, los ojos; lo notarás.
Pero también por los colores de las calles, por la forma de las mismas, por los edificios, por los muchos o los pocos árboles, por la decoración de los almacenes, incluso por el cableado de la luz; es tan marcada la diferencia que en el sur hace mas sol que en el norte.
 
Pero hablábamos de los cuadros y cuando hablo de los cuadros, hablo de la imagen viva que camina en esta ciudad, que sueña con seguir siendo la Atenas Suramericana y entonces es cuando nos encontramos con los múltiples personajes que se agitan por esta Bogotá.
Si estamos en Rock al Parque, vemos la anciana que seguramente no le gusta ese estruendoso ruido que se instala en los sentidos de los jóvenes y que nos identifican,  pero que aún así, esta todo el día vendiendo las tortas de chocolo o las arepas con queso para poder llevar algún centavo a casa, en el centro o en cualquier lado los indígenas que como muchos se han convertido en desplazados, que venden ruanas, guantes de lana o bufandas para el escabroso frío que hace en algunas épocas, también están los artesanos improvisando mercado en cualquier plaza, los que venden globos los domingos en el parque, el trancón que es importuno a la hora de llegar a casa con el hambre enfurecida, también están los “doctores” que por ser “doctores” todos les debemos pleitesía, vemos la burocracia que pulula por las calles, vemos los teatros solos, porque en este país no hay presupuesto para subsidiarlos por lo tanto han quedado solos con sus habitante fantasmales, vemos los niños, adultos, jóvenes dragados ebrios, perplejos, cuadriculados, inexistentes, existentes, pensantes, alienados… caminando por los corredores, por las calles, por las esquinas, por los puentes, por la casa, por el barrio; de ésta, de esa, de todas las ciudades…y es aquí donde la frase “Bogotá sin indiferencia” se queda solo en publicidad.
 
Que mas veo? Que la tarde esta cayendo y un avión pasa y no se ve, pero como ha de no verse? Pregunta mi conciencia que de pronto se ha instalado al lado mío y me parece un pobre niño que no deja de mirar.
 
Pero en fin, Bogotá, como Barranquilla, como Cartagena, como, Pereira y como muchas otras, son ciudades que nos llenan, que nos dan la felicidad y la tristeza, que nos acompañan en el vivir, en transcurrir del pensamiento, en nuestra formación y que en ellas ponemos nuestra historia para que otros la lean, la vean o la vivan…
 
 Mayo de 2004

 

 

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Actualizado el: 26 de noviembre de 2005

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