Estudiante
de lengua Castellana y comunicación.
Colombia
Un día húmedo donde el rocío de la mañana dura hasta medio
día y se puede sentir su brisa fría y escuchar su silbido helado,
además alcanzo a sentir el ahogante aroma a neblina, veo un cielo
gris claro que evoca tiempos de soledad y silencio.
Puedo ver los árboles entrelazados con la energía de las casas de
techo rojo, un conjunto de casas que se ve en el horizonte y dan la
forma de un pesebre. Veo el derrumbamiento de viejos puentes y la
instalación de unos nuevos, grandes y modernos, para empezar de
nuevo a escribir la historia de una urbe que cada día nos deja menos
espacio para respirar.
Pero es que en esta ciudad oculta no solo hay olores que guardamos
en el alma, y que nos llevan a épocas remotas o nos recuerdan
eventos que no han marcado; hay también cuadros en la calle que
están patentes y que quisiera no existieran, son cuadros vivos que
parecen fotografías, que narran hechos dolorosos que te llegan al
alma y sabemos que es mejor utilizar nuestros mecanismos de defensa,
para poder escondernos de la realidad y por eso mejor tapamos el
alma y cubrimos los sentidos, para no darnos cuenta de nada y que
estos cuadros queden en la ciudad oculta.
Soy paisa, vivo en Bogotá, pero estuve en Cartagena mucho tiempo.
De cada lugar tengo historias, de cada lugar guardo en mi memoria
olores, de cada lugar tengo imágenes que tienen olores y forman
historias.
En Bogotá, la crudeza de la marginalidad, del saberse perteneciente
a tal o cual estrato, marca una diferencia, se ve en los buses, en
las oficinas; pero más aún en la calle, donde todo es de todos y es
de nadie, pero tú sabes si estas en el sur, en el centro o en el
norte por los olores, por las formas de la gente, por sus ropas, por
sus caras, si te detienes un poco y miras las manos, el cabello, los
ojos; lo notarás.
Pero también por los colores de las calles, por la forma de las
mismas, por los edificios, por los muchos o los pocos árboles, por
la decoración de los almacenes, incluso por el cableado de la luz;
es tan marcada la diferencia que en el sur hace mas sol que en el
norte.
Pero hablábamos de los cuadros y cuando hablo de los cuadros, hablo
de la imagen viva que camina en esta ciudad, que sueña con seguir
siendo la Atenas Suramericana y entonces es cuando nos encontramos
con los múltiples personajes que se agitan por esta Bogotá.
Si estamos en Rock al Parque, vemos la anciana que seguramente no le
gusta ese estruendoso ruido que se instala en los sentidos de los
jóvenes y que nos identifican, pero que aún así, esta todo el día
vendiendo las tortas de chocolo o las arepas con queso para poder
llevar algún centavo a casa, en el centro o en cualquier lado los
indígenas que como muchos se han convertido en desplazados, que
venden ruanas, guantes de lana o bufandas para el escabroso frío que
hace en algunas épocas, también están los artesanos improvisando
mercado en cualquier plaza, los que venden globos los domingos en el
parque, el trancón que es importuno a la hora de llegar a casa con
el hambre enfurecida, también están los “doctores” que por ser
“doctores” todos les debemos pleitesía, vemos la burocracia que
pulula por las calles, vemos los teatros solos, porque en este país
no hay presupuesto para subsidiarlos por lo tanto han quedado solos
con sus habitante fantasmales, vemos los niños, adultos, jóvenes
dragados ebrios, perplejos, cuadriculados, inexistentes, existentes,
pensantes, alienados… caminando por los corredores, por las calles,
por las esquinas, por los puentes, por la casa, por el barrio; de
ésta, de esa, de todas las ciudades…y es aquí donde la frase “Bogotá
sin indiferencia” se queda solo en publicidad.
Que mas veo? Que la tarde esta cayendo y un avión pasa y no se ve,
pero como ha de no verse? Pregunta mi conciencia que de pronto se ha
instalado al lado mío y me parece un pobre niño que no deja de
mirar.
Pero en fin, Bogotá, como Barranquilla, como Cartagena, como,
Pereira y como muchas otras, son ciudades que nos llenan, que nos
dan la felicidad y la tristeza, que nos acompañan en el vivir, en
transcurrir del pensamiento, en nuestra formación y que en ellas
ponemos nuestra historia para que otros la lean, la vean o la vivan…
Mayo de 2004