Abril de 2004 - Año no. 2 - Edición no. 9

 

 

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EDITORIAL
Glifosato Vs. Parques naturales
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POLÍTICA
¿El pueblo cubano está preparado para un cambio político?
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Globalización y neoliberalismo: señuelos de la modernidad para los países subdesarrollados.
JURÍDICA
Contratos del comercio electrónico y teoría de conjuntos contractuales

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El Utilitarismo, una incoherencia a medias
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El taxista barranquillero
Barranquilla. Un caso de baja autoestima
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CIUDAD OCULTA

 

CUANDO LLEGAN LAS  LLUVIAS Y ALGO MÁS

 

Ángela Jiménez Castaño

Trabajadora social

 

 

Barranquilla, “La Arenosa”, mas conocida hoy por su hermoso Carnaval, patrimonio oral e intangible de la humanidad, declarado así con honores por LA UNESCO, es una ciudad sui géneris por muchas cosas, entre otras: por su cultura, la posición geográfica, los arroyos, el carnaval, sus gentes, y en especial, por sus problemáticas sociales, las cuales hacen parte del diario vivir de los barranquilleros sin que pareciera incomodarles o afectarles, simplemente se vuelven un ingrediente mas de su cotidianidad y de su espacio urbano.
 
Ésto podría verse de dos maneras: somos muy tolerantes ante todos estos fenómenos, o somos muy pasivos, y no nos interesa el desarrollo organizado y planificado de nuestra ciudad; yo me inclino por lo último.
 
Uno de los problemas mas graves que tiene esta ciudad, así como el de la inseguridad y la falta de orden ciudadano o planificación, es el desempleo; y de éste, nace, casi obligatoriamente, otro problema que es llamado muy rimbombantemente por economistas y estudiosos sociales, como lo es LA ECONOMIA INFORMAL. Pero resulta, que de ésta, también nace, y de manera desaforada y obligada, el problema de los vendedores ambulantes, caseteros, carretilleros, butifarreros, vendedores de cigarrillos, de arroz de liza, de llamadas a celular, de tarjetas para teléfono, de raspao, de peto, de fritos, de frutas, del rebusque, desarrapados, y los desempleados temporales, entre otros; porque así el DANE diga en el mes de febrero que en Barranquilla bajó el índice de desempleo, para tener un pretexto mas que les permita poder subir las tarifas mínimas de taxis, buses, de la gasolina, colegios, arriendos, en fin todo (porque al contrario de otras ciudades, en Barranquilla el bolsillo de sus gentes no se lastima tanto después del 31 de diciembre, como cuando empieza el pre y durante el Carnaval, -¡pero como en Carnavales todo se vale!, nadie brinca, empiezan después del miércoles de ceniza-; claro de febrero hasta marzo, Barranquilla entera, y hasta las mejores familias, se rebuscan del Carnaval, lo que hace parecer que todo el mundo esta trabajando, pero cuando termina la fiesta empiezan los ayayai), este flagelo existe.
 
Después de todo este preámbulo, hoy me quiero referir a los que viven del rebusque, a los mal llamados comerciantes informales, pues como simple peatón el día 20 de abril, salí de la Alcaldía Distrital de Barranquilla, en Paseo Bolívar, calle 34 con carreras 43 (20 de julio) y carrera 44 (Cuartel), a las cuatro de la tarde, y ya en horas del medio día se había desprendido en Barranquilla el primer aguacero fuerte del año, el cual como siempre, paralizó toda la ciudad y creó el caos que siempre se vive ante este fenómeno anual y que por el tiempo que llevo viéndolo, yo muy particularmente creo que no tiene solución, ni inmediata ni a largo plazo. Tengo 28 años de estar viendo este fenómeno, y todos los años el problema empeora; nada mas ese día en la ciudad hubo 3 desaparecidos en los arroyos y una cantidad de emergencias en toda la periferia de la ciudad.
 
Bueno el tema es el de los del rebusque, -sigo contando- cuando salgo de la Alcaldía está lloviendo, suave pero uno se moja, entonces pienso en tomar un taxi, pero para mi sorpresa el dinero que llevaba no me alcanzaba en ese momento, pues para llegar al norte de la ciudad desde el Paseo Bolívar y lloviendo se debe tener mínimo 10.000 barras -digo pesos- encima. Afortunadamente, esto sirvió para hacer estas reflexiones. Empecé a caminar por la orilla de la acera de la alcaldía, con un poco de rabia pues me parecía el colmo que yo no tuviese en ese momento ese dinero para no mojarme y tomar un taxi; pero cuando apenas había bajado la rampa que está a las afueras de la Alcaldía empecé a ver lo que otros no ven por el afán, o por que cada quien ve lo que le interesa, o lo que quiere ver.
 
Cuando empiezo a ver esa cantidad de vendedores ambulantes, cada uno con su PYME a cuestas -como dicen los economistas de hoy, pequeños y medianos empresarios-, con sus capitales encima, otros con el capital al hombro, otros con su capital a sus pies, otros tantos con sus capitales en cajitas de madera de 40 por 50 centímetros de ancho y de largo por 20 de alto, los vendedores de cigarrillos, menta helada, chicles, y otros, así la fila y la variedad era inmensa. Pero eso no fue lo que llamó mi atención. Ésta se centró cuando llegando al Banco Santander, que tiene unas escalinatas, el grupo aumentó considerablemente pues ya se desbarató la fila que estaba viendo, y se armó un tumulto. Pero lo común de dicho tumulto no era lo que vendían, sino la cara de preocupación de todos, mirando al cielo preguntándose, quizá, ¿será que seguirá lloviendo? (Creo que era la pregunta que se hacían). Otros miraban al piso como preguntándose, ¿será que recogemos?¿será que nos vamos?. Pero además de esas caras interrogantes, me impresionó ver cómo cada uno de ellos sin tener siquiera que preguntarles, se les veía en esos rostros desencajados la desesperanza, el hambre, la angustia, y en algunos otros hasta dolor; pues si yo, que tengo una casa donde llegar así sea en bus, me preocupé al salir por la lluvia; yo que tengo la fortuna que Dios me ha dado una familia y alguna manera digna de ganarme la vida, me resiento en un minuto por no tener para un taxi, y que sé que cuando llegue a mi casa voy a encontrar alimentos, abrigo: qué se deja para estos pobres desempleados -perdón, Pequeños y medianos empresarios- que sus capitales no llegan en algunos casos a los veinte mil pesos ($20.000,oo) de inversión, y que en la mayoría de los casos son inversiones que se hacen en la mañana para pagar el 20% por la tarde, y devolver el capital.
 
¿Será que con estos fenómenos de desempleo tan grandes que hoy tenemos en Barranquilla se le pueda seguir diciendo a esta bella ciudad, como lo reza alguna campaña publicitaria del momento, que es el mejor vividero del mundo? ¿Será que con estos fenómenos, así las autoridades pongan pico y placa, o prohíban los parrilleros de las motos, o los vidrios polarizados, podremos recobrar la seguridad de otros años? Usted qué cree que uno de estos pequeños empresarios haga cuando deje de llover y venga el cobrador por el 20% de interés diario, que además de no tener para el bus ni para llevar nada a su casa, no tenga con que pagar? Usted qué cree que hará éste señor o señora cuando a la vuelta de la esquina le digan: “hey, viejo man, le pago $100.000 o $50.000 barras para que se baje a tal o a cual”; Usted qué cree que contestará o hará? Y en su defecto, Usted que haría?
 
NADIE SABE LA GOTERA AJENA…

 

angelajimenez2002@hotmail.com

 

 

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Actualizado el: 26 de noviembre de 2005

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